miércoles, 20 de enero de 2010

BABOSAS FOTOSINTÉTICAS

Una babosa marina que se encuentra a camino entre las plantas y los animales.


Fuente: LiveSicence
Foto: Universidad de Maine Plant Physiology Online La lógica del titiritero



Una babosa marina verde que aparenta ser parte animal y parte planta. Es la primera vez que se observa que un animal es capaz de producir clorofíla, un pigmento típico de plantas verdes.


Parece que las babosas hayan robado los genes que provocan la producción de este pigmento de las algas de las que se alimentan. Con esos genes las babosas pueden llevar a cabo la fotosíntesis, el proceso que usan las plantas para convertir la luz solar en energía que puedan aprovechar.


Según Sidney Pierce, biólogo de la Universidad de South Florida en Tampa; "Pueden generar su energía sin necesidad de comer nada"


Pierce ha estudiado estas criaturas únicas, llamadas oficialmente Elysia chlorotica, durante 20 años. Ha presentado su publicación más reciente el 7 de enero en la publicación anual de la Sociedad de Biología comparativa e integrativa de Seattle (SICB).

Según comentó Pierce a "LiveScience"; "Esta es la primera vez que animales multicelulares son capaces de producir clorofila".


Estas babosas de mar viven en las marismas de Nueva Inglaterra y Canadá. Además de robar los genes necesarios para producir la clorofila, las babosas también roban orgánulos celulares llamados cloroplastos, que utilizan para llevar a cabo la fotosíntesis. En los cloroplastos se utiliza la clorofila para llevar a cabo la fotosíntesis y convertir la luz solar en energía, tal como lo hacen las plantas, eliminando la necesidad de comer alimentos para obtener energía.


Según el autor: "Nosotros los recogemos y los mantenemos en los acuarios durante meses". "Mientras tengamos una luz sobre ellos durante 12 horas al día, pueden sobrevivir sin alimentos."


Los investigadores usaron un marcador radiactivo para asegurarse de que las babosas son realmente productoras de la clorofila a sí mismas, y no sólo las "ladronas" de los pigmentos preparados a partir de algas. De hecho, las babosas incorporan el material genético tan bien, que pasan a las siguientes generaciones.


Estas nuevas generaciones conservan la capacidad para producir su propia clorofila, pero no pueden llevar a cabo la fotosíntesis hasta que no hayan comido suficientes algas como para tener también los cloroplastos necesarios para producir la energía por su cuenta.


Esta actividad de las babosas es toda una hazaña, y los científicos aún no están seguros de cómo los animales realmente adecuan los genes que necesitan.

GRILLO POLINIZADOR

Encuentran por primera vez un grillo que poliniza una especie de orquídea.




Fuente: www.livescience.com
Video: youtube.com www.livescience.com



Cámaras nocturnas sensibles al movimiento han capturado una especie de grillo desconocido en una flor de orquídea arrastrando y llevándose trozos de polen encima de su cabeza en la isla Reunión en el Océano Índico. Es el primer ejemplo conocido de un grillo polinizador de una flor.



El insecto sin alas, recién descubierto es un grillo del género Glomeremus, que fue visto en el video polinizando flores de color blanco-verdoso de la orquídea Angraecum cadetii en la Isla Reunión.



Los grillos suelen comer plantas, no polinizarlas. Y la orquídea pertenece a un género principalmente especializada para la polinización por parte de polillas.



Sin embargo, según Claier Micheneau de los Jardines Botánicos Reales de Kew, "las polillas, que son los principales polinizadores Angraecum en Madagascar no se encuentran en Reunión y hasta que comenzamos nuestra investigación, la polinización de este género en Reunión había sido siempre una cuestión abierta".




Además, existe una estrecha correspondencia en tamaño entre la cabeza del grillo y el néctar de la orquídea para impulsar la apertura.
Para llegar a las flores, que crecen en los árboles, los grillos suben por las hojas de orquídea o saltn a través de las plantas vecinas. Utilizan sus antenas, muy largas, para explorar su entorno.




"Sabíamos que la polinización de las flores estaba teniendo lugar.
Sin embargo, no observamos que se diera durante el día. Es por eso que instalamos una cámara de la noche y se filmó a este grillo en acción ", dijo Micheneau.




Micheneau y su colega Jacques Fournel describen sus resultados en la publicación del 12 de enero de la revista Annals of Botany.

martes, 5 de enero de 2010

VIVIENDO A -60º C

Un escarabajo que sobrevive al frío extremo.



Fuente: info-natura abc.es europapress que.es rtve.es ecologiablog.com
Foto: zin.ru



Investigadores de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos han descubierto gracias a un escarabajo de Alaska que sobrevive a menos 60 grados centígrados una gran molécula «anticongelante» que podría proteger los tejidos biológicos de la congelación a bajas temperaturas.



Los resultados del estudio se publicaron a final de 2009 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).



A diferencia de los anticongelantes que se conocen, que están compuestos por moléculas pequeñas y más eficaces en altas concentraciones, los anticongelantes de moléculas grandes y pesadas evitan la producción del hielo a concentraciones relativamente bajas.



Los científicos, dirigidos por Kent Walters, aislaron un anticongelante no proteínico de un escarabajo de Alaska tolerante al frío (Upis ceramboides), que puede sobrevivir a temperaturas de menos 60 grados centígrados. Hasta el momento sólo se conocían proteínas que evitaran el desarrollo del hielo. En los insectos, el anticongelante probablemente ayuda a aumentar la supervivencia a bajas temperaturas al mantener los cristales de hielo pequeños, evitando así los daños en los tejidos.



Además, las moléculas anticongelantes parecen asociadas con membranas celulares, donde podrían ayudar a evitar que el hielo fuera de las células congelara el líquido interior y evitar los daños en las membranas celulares a bajas temperaturas. El interior celular no se congelaría ni lisaría la célula al estar congelada a nivel de la membrana plasmática.



Según explican los investigadores, se han observado evidencias de grandes moléculas anticongelantes en muchas plantas, animales, bacterias y hongos, pero la mayoría de los factores responsables se desconocen. Los autores sugieren que en vez de buscar sólo proteínas, los investigadores deben ahora ampliar la búsqueda para incluir factores no proteínicos también.

VISITAS DIARIAS DE LA NUEVA ETAPA

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